Cada 9 de febrero el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas celebra la memoria del Santo Hermano Miguel Febres Cordero, nacido en Cuenca (Ecuador), el 7 de noviembre de 1854, y bautizado con el nombre de Francisco Febres Cordero.
Su familia, reconocida por su trayectoria en la vida política del país, se opuso inicialmente a su deseo de abrazar la vocación de religioso Hermano, e intentó encaminarlo hacia el sacerdocio. Pero Francisco no se desanimaba fácilmente, ni en sus búsquedas vocacionales ni ante el hecho de haber nacido con los pies deformes y con una salud frágil. Desde sus primeros años acostumbraba confiar a la intercesión de la Virgen sus vicisitudes. Finalmente, el 24 de marzo de 1868, obtiene de su madre la autorización para ingresar en el noviciado de los Hermanos: es la víspera de la fiesta de la Anunciación. Al revestir el hábito lasallista, Francisco recibe el nombre de Hermano Miguel y se convierte en el primer ecuatoriano admitido en el Instituto.
El apostolado del Hermano Miguel inició en las escuelas lasallistas de Quito. Ya desde su juventud sobresale en la enseñanza de la lengua y literatura españolas y, ante la carencia de manuales y libros de texto apropiados, se decide a componerlos él mismo. No había cumplido los 20 años cuando publicó la primera de sus numerosas obras: una gramática española que se transforma rápidamente en un clásico. De hecho, el gobierno ecuatoriano adoptó varias de sus publicaciones para todas las escuelas del país. Posteriormente sus investigaciones y escritos en el ámbito de la literatura y de la lingüística, incluyendo la lírica y la filología, le abrirían las puertas de las Academias Nacionales de la Lengua en Ecuador y en España, donde gozó de gran prestigio y admiración.
Compuso también catecismos para la infancia, siendo la catequesis su principal actividad apostólica. De modo especial, siempre sobresalió por su pasión por la preparación de los niños a la Primera Comunión, dedicándose a esta importante labor hasta 1907, fecha en que viajó a Europa por solicitud de sus superiores para trabajar en la traducción al español de numerosos textos usados por los Hermanos franceses, quienes para ese tiempo habían sido expatriados y, ante las circunstancias, muchos optaban por continuar su misión educadora en países de América Latina y en España.
Su cultura, sencillez y profunda espiritualidad irradiaba por donde pasaba. Tras unos meses de estancia en París, el Hermano Miguel es trasladado a la Casa Generalicia de los Hermanos en Lembecq-lez-Hal (Bélgica). Luego es enviado al Centro internacional lasallista de Premiá de Mar, en la provincia de Barcelona, donde sus enseñanzas continuaron impregnando a los más jóvenes de su amor por Dios y por la academia. “Una comunidad sin libros es como un granero vacío”, solía decir.
En julio de 1909, ante numerosos actos de violencia anticlerical en Premiá de Mar, fue trasladado a Barcelona, junto con otros Hermanos formadores y con los formandos a su cuidado. Durante su refugio en el embarcadero del puerto y luego en el colegio Nuestra Señora de la “Bonanova”, el Hermano Miguel se desveló por la protección de los jóvenes, al tiempo que se responsabilizó de la custodia de las ostias consagradas de la capilla de Premiá.
Pasada la tempestad de la revolución, regresaría a Premiá de Mar, pero a finales de enero de 1910 contrae una pulmonía y su salud se debilita aún más. El Hermano Miguel fallece el 9 de febrero de 1910 en olor de sabiduría y santidad. Al conocerse la noticia en Ecuador se proclamó duelo nacional.
El Papa Pablo VI lo beatificó el 30 de octubre de 1977 junto al Hermano belga Muciano María. Luego, el 21 de octubre de 1984, fue canonizado por Juan Pablo II. Su testimonio de educador, catequista y académico nos sigue inspirando a todos los lasallistas.
¡Santo Hermano Miguel Febres Cordero, ruega por nosotros!