¿Por qué un año de la espiritualidad?

Hace dos años nuestros delegados, en el Capítulo General, decidieron “dedicar el año 2025 a profundizar y compartir la espiritualidad lasaliana en la Iglesia y el mundo, con motivo de la celebración del 300 aniversario de la Bula de Aprobación”. (46.o CG, 2.1)

Esta decisión iba asociada a otras dos: la de “crear una red internacional de Espiritualidad Lasaliana que apoye a los animadores y acompañantes en la vida  interior, que patrocinará programas, experiencias y recursos internacionales, regionales  y distritales.” (2.3) Y, además, indicaba una forma de acompañamiento con un Consejero a cargo y un posible secretariado. (2.2)

Esto como parte del segundo camino de transformación del Instituto, el camino de la disponibilidad radical a Dios. Este año es una oportunidad para recomenzar. Tenemos un tesoro para compartir, nuestra espiritualidad de educadores.

Recursos

Meditación

En segundo lugar, el espíritu de este Instituto consiste en un celo ardiente de instruir a los niños, y educarlos en el temor de Dios; moverlos a conservar su inocencia, si no la hubieren perdido, e inspirarles gran alejamiento y sumo horror al pecado y a todo cuanto pudiera hacerles perder la pureza. Para conformarse con este espíritu, los Hermanos de la Sociedad se esforzarán, por medio de la oración, instrucciones, vigilancia y buena conducta en la escuela, en procurar la salvación de los niños que les estén confiados, educándolos en la piedad y en el verdadero espíritu cristiano, esto es, según las reglas y máximas del Evangelio.

CT 11,1,6

Lasaliano, ¿qué es para ti el CELO? Puedes sentirlo como esa actitud interior que te impulsa a una acción apasionada hacia los niños, niñas y jóvenes. El celo es consecuencia de esa mirada de fe misericordiosa y confiada hacia ellos. El celo ayuda a que las acciones se hagan con un sentido y den los frutos deseados. El celo te impulsa al compromiso, a la entrega gratuita y al tiempo regalado, junto a otros lasalianos, pero no equivale al activismo. El celo impulsa a poner a esos niños en el centro de nuestro corazón, siempre con un doble objetivo: 1. «Instruir» (dotar de competencias y herramientas para la vida en su contexto vital); 2. «Educar» (cuidar la vida interior y la espiritualidad que dan sentido a la vida). En definitiva, educación humana y cristiana. Y todo esto para «ganarse» y «tocar» sus corazones, para que se sientan «salvados» y para «conservar su inocencia», dice La Salle. Este es el fin último de la educación lasaliana.