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Con motivo de la Jornada Mundial de la Paz que se celebra cada 1.º de enero, este 2025 el Papa Francisco ha dedicado su mensaje al tema del perdón: “perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”.

Al recordar que la Iglesia católica celebra este 2025 el Año del Jubileo, remontándose a una antigua tradición judía que con el sonido del yobel (cuerno de carnero) hacía un llamado a “restablecer la justicia de Dios en distintos ámbitos de la vida: en el uso de la tierra, en la posesión de los bienes, en la relación con el prójimo, sobre todo respecto a los más pobres y a quienes habían caído en desgracia”, el Papa subraya que “también hoy, el Jubileo es un evento que nos impulsa a buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra”.

“Cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común”, continúa el Obispo de Roma en su mensaje, refiriéndose, de igual forma, “a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar”, y a todos aquellos factores que amenazan la paz, la fraternidad y que se convierten en “una amenaza concreta para la existencia de la humanidad en su conjunto”.

Por eso, al reconocernos “deudores”, el Papa exhorta al perdón, pidiendo a Dios la remisión de nuestras ofensas, como reza la oración del Padre Nuestro, y con una afirmación exigente: “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (cf. Mt 6,12).

Tres tareas en clave de esperanza

De manera concreta, el Papa sugiere tres acciones específicas para restaurar la dignidad y para caminar en la esperanza durante el Jubileo. En primer lugar, “una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones. Que, reconociendo la deuda ecológica, los países más ricos se sientan llamados a hacer lo posible para condonar las deudas de esos países que no están en condiciones de devolver lo que deben”.

La segunda tarea propuesta por Francisco tiene que ver con la defensa de la “cultura de la vida”, para lo cual pide “un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural”, abogando también por la “eliminación de la pena de muerte en todas las naciones”.

Finalmente, pensando en las jóvenes generaciones, el Papa clama para que “en este tiempo marcado por las guerras, utilicemos al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático”.

“El futuro es un don para superar los errores del pasado, para construir nuevos caminos de paz”, agrega el Pontífice, reafirmando con san Juan XXIII que “la verdadera paz sólo podrá nacer de un corazón desarmado de la angustia y el miedo de la guerra”.