Desentrañar la educación puede ser el mayor reto para un Instituto que ha perdurado y ha ganado la partida a las convulsiones sociales y políticas en numerosas partes del mundo durante 344 años. El año próximo se celebra el tricentenario de la concesión de la Bula de Aprobación por parte del Papa Benedicto XIII. Será una ocasión oportuna para celebrar la estabilidad y la protección social que proporciona el reconocimiento oficial de la Iglesia o del Estado. Pero nuestra larga historia, tradición, reputación o condición jurídica no deberían adormecernos en la complacencia; al contrario, deberían sensibilizarnos ante las continuas amenazas que se ciernen sobre la escuela y la fragilidad incluso de instituciones fundadas hace mucho tiempo. Hoy día, todos somos lastimosamente conscientes de la crisis mundial de la educación y de algunas amenazas muy reales para la sostenibilidad de nuestras escuelas.
Mientras escribo estas líneas, las ofensivas militares siguen intensificándose en Líbano y en Tierra Santa. Un estudiante de secundaria comparte sus temores aparentemente mundanos:
“Nuestra casa apenas se mantiene en pie, y no la veo desde que Israel estableció la zona de seguridad en un radio de 500 metros. Las carreteras están bloqueadas por inmensas rocas, y no podemos acceder a nuestra casa. No podemos llegar en coche y sólo podemos cruzar a pie. ¿Con quién hablo si empezamos las clases el 7 de octubre? No tenemos electricidad, así que no sé si podré participar en las sesiones virtuales. Pero no quiero perderme las clases”.
Una persona de buen corazón puede rendirse fácilmente al darse cuenta de que está atrapada en una situación precaria o se enfrenta a un muro inexpugnable; más aún, si uno confía únicamente en sus talentos, fuerzas y recursos. Pero, ¿y si la pasión por marcar la diferencia se convierte en la convicción de que merece la pena luchar por el resultado deseado? Esa fe y ese celo generarían sin duda un pensamiento creativo, conseguirían el apoyo de soñadores con ideas afines y propiciarían determinación y resiliencia. Este es el núcleo de nuestra historia fundacional:
“Innovador brillante y creativo en su visión de la escuela, en la concepción del maestro y en los métodos de enseñanza, San Juan Bautista de La Salle desarrolló la firme convicción de que la educación era un derecho de todos, incluidos los pobres. Por eso, para dedicarse a la educación de la clase social más desfavorecida, fundó una comunidad laical para perseguir este ideal, convencido, subrayó el Santo Padre, de que ‘la Iglesia no podía seguir ignorando las contradicciones sociales de la época que está llamada a hacer frente'” (Papa Francisco. Discurso a los Hermanos de las Escuelas Cristianas,16 de mayo de 2019).
Aunque arraigados en nuestra historia fundacional y atentos a las necesidades emergentes de los jóvenes y los pobres, no podemos seguir repitiendo la misma fórmula de éxito documentada en muchas versiones de la Guía de las Escuelas y en los manuales modernos que han sido el cuaderno de estrategias de muchas escuelas lasalianas a lo largo de los siglos. Tampoco deberíamos centrar nuestras energías únicamente en la mejora continua de los sistemas y procesos internos. A veces, las mejores ideas surgen cuando nos sumergimos en un océano azul inexplorado, o a raíz de un encuentro fortuito durante un viaje imprevisto, o con la revelación de una antigua sabiduría ya olvidada.
Ciertamente, no podemos seguir ignorando las contradicciones sociales de nuestro tiempo. Frente a retos aparentemente insuperables, podríamos aprender valiosas enseñanzas de quienes se percataron hace mucho tiempo de que realmente hace falta un pueblo -y muchas generaciones- para educar a un niño.
Las comunidades indígenas de las periferias del mundo nunca han cejado en su empeño por preservar, enriquecer y transmitir a la siguiente generación sus valores, conocimientos y su espiritualidad a pesar de la opresión y la marginación de la sociedad en general.
Imagino que a Juan Bautista de La Salle le habría encantado conocer a los pueblos indígenas en vida si hubiera tenido la oportunidad. ¿Por qué dejar pasar la oportunidad ahora? Pero antes incluso de dar el primer paso, hemos de descalzarnos, disponernos al silencio, y escuchar el suave susurro del Espíritu que conduce al pueblo de Dios a una sabiduría siempre antigua y siempre nueva.
La carta pastoral de este año te invita, querido lector, a analizar las enseñanzas que uno puede extraer de las prácticas culturales, el conocimiento tradicional y la profunda sabiduría de muchas comunidades indígenas. Si dejamos sorprendernos, podríamos tropezarnos con una perla de gran valor que supondría revolucionar la forma en que gestionamos la escuela y, con el tiempo, desarrollar una solución eficaz a las actuales crisis educativas de nuestro mundo. Los relatos y las reflexiones que ofrecemos en esta carta pastoral no son sólo narrativas de servicio, sino testimonios del poder transformador del acompañamiento, la solidaridad y la amistad. Algunas viñetas ponen de relieve la necesidad de concienciación, otras despiertan empatía, mientras que otras pocas describen los momentos de aprendizaje con los pueblos indígenas.
La reflexión introductoria (I) describe cómo un encuentro entre lasalianos y comunidades indígenas puede conducir a una verdadera experiencia de conversión para ambos. Las tres primeras viñetas (II-IV) narran las primeras experiencias que conducen a tal encuentro, identificando algunos obstáculos iniciales, pero también algunos inicios ventajosos que conducen a una mayor conciencia, respeto, aprecio y aceptación de las comunidades marginadas. Siguen otras tres narrativas (V – VII) que nos brindan una visión más profunda del mundo de los pueblos indígenas y de los tesoros de sabiduría y espiritualidad que encierran. Cuatro educadores lasalianos y un investigador (VIII – XII) se someten a un examen de conciencia cuando reflexionan retrospectivamente sobre su experiencia en la educación de los pueblos indígenas, y nombran sus conflictos y pasos en falso, pero también sus pequeñas victorias y profundas intuiciones. Las cuatro últimas viñetas (XIII – XVI) nos ofrecen una mirada al viaje interior -mente y corazón, alma y ser- de los protagonistas de este compromiso transformador.
A partir de la experiencia vivida por algunos lasalianos que se han atrevido a ir más allá de sus zonas de confort, te invito a emprender un apasionante itinerario en el que podamos deconstruir la educación, esta vez desde el prisma de las comunidades indígenas de algunas zonas del mundo. Les he invitado a contribuir a un proyecto de redacción colaborativa para la carta pastoral de este año como primer paso de nuestra peregrinación sinodal hacia “la construcción de un mundo fraterno a través de la educación, la evangelización y la promoción de la justicia” (FSC. Circular 478: Documentos del 46.o Capítulo General, pág. 22).